Escribir desde mi computara no tiene ningún valor comercial.
Sin contar el gasto de electricidad
y los veinte mil pesos que le pago a la vecina
para que me dé la clave de su señal de internet.
Aquí en medio de la nada, junto a la nada y con nada en la cabeza.
Haciendo nada como lo diría Caupólican Peña desde Chile.
Mi guitarra se dejó tocar y entoné el salmo de la madrugada.
Es un riesgo para los ingenuos estas meditaciones.
Pero de qué sirve la vida si uno no se arriesga a perderla.
L.S.
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