Todavía pienso que el mundo puede ser mejor

05 junio 2017

Sin el romántico deseo de ser un misionero.

Inicié el año 2015, impulsado por un “romántico deseo de ser un misionero”. A medida que pasaban los días de formación y misión este fuego se avivaba cada vez más, y Dios hablaba directo al corazón, pero ese impulso se fue desmoronando frente a mis ojos. Pasados los meses ciertos episodios de vida propios de la misión, le fueron quitando lo “romántico” al impulso. 

Mas fue quedando el turno para “el deseo” que como punta de lanza acrecentaba esas  ganas de cambiar el mundo a como diera lugar. ¡Vaya sorpresa! las propias fuerzas no dieron lo suficiente,  parecía que ese deseo se debilitara o se hiciera invisible a medida que se terminaban las jornadas, haciéndose más real la frase de nuestro himno MJ15: “en mi intento por cambiar el mundo sin ti, fracasé”.

Para entonces quedaba el “Ser”. Esa oportunidad de avanzar en el autoconocimiento, como si la principal misión fuera uno mismo, reconociéndose frágil a pesar de los talentos. Bello momento el verse frente al sagrario sin poder decir “palabras bonitas” propias del impulso romántico, o de entonar una canción nueva movido por el deseo. No había más que silencio frente a Dios, sentirse desnudo y escrutado por él. Y ya en ese estado en el que el corazón palpita pusilánime, Dios hace a un lado la carne y lo vacía para construirse su nuevo sagrario. Arranca amorosamente ese “ser” para dejar del impulso inicial lo que Él quería de mí: simplemente “…un misionero”.

Puede parecer que estoy hablando en abstracto y no soy consciente de eso. Quizá este lenguaje sea familiar para quien ha tenido el privilegio de vivir la experiencia del “Año misionero” y cada uno a su manera ha tenido su forma particular de vivirlo, desde el llamado hasta el modo de atender y dar una respuesta. En mi caso, después de conocer a la Central de juventudes y su propuesta de espiritualidad basada en ser amigos en el Amigo, me surgió ese deseo de profundizar en la experiencia viva. Pues la amistad no es solo una herramienta para evangelizar sino un escenario propicio para el encuentro y conocimiento de Jesús, quien ya no nos llama siervos, sino amigos y nos invita así a dar la vida. Pero esta tarea por sencilla y profunda, se hacer difícil de realizar, mas no imposible si estamos atentos a la guía del Espíritu Santo que se revela en la oración y disposición.
 “No te juntes con esas naranjas podridas porque te pudrirás con ellos”  Me decían hace varios años cuando me veían hablando con un amigo en Acacías Meta. Y ya sabrán que no me gusta callarme cuando de hacer valer la amistad se trata. “Es cierto padre. Pero no somos naranjas. Somos personas y es nuestra misión cristiana el ser naranjas buenas para ‘abuenar’ las dañadas”. Ante esta respuesta el sacerdote, que también es mi amigo, sonrió.  

Ya lo decía San Pablo en su primera carta a los Corintios (9, 19-23):
“Siendo como soy plenamente libre, me he hecho esclavo de todos, para ganar a todos los que pueda. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos, con los que viven bajo la ley de Moisés , yo, que no estoy bajo la ley, vivo como si lo estuviera, a ver si así los gano. Con los que están sin ley, que no vivo al margen de la ley de Dios pues mi ley es Cristo, vivo como si estuviera sin ley a ver si también a éstos los gano. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles. He tratado de adaptarme lo más posible a todos para salvar como sea a algunos. Y todo esto lo hago por el evangelio, del cual espero participar.

Y es que uno no termina de saber cómo es que Dios hace su obra. El año misionero va puliendo el ser de tal forma que uno queda con ganas de más… pero ya es tiempo de ir volviendo poco a poco a los lugares de origen y re-descubrirse cada día, ya no con ese “romántico  deseo de ser un misionero” sino como un misionero de corazón vacío, como el sagrario donde habita un Cristo humilde y silencioso que espera escaparse por entre nuestros quehaceres diarios y purificar juntos la humanidad a la que estamos llamados a amar en la amistad.

 “Porque no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor, y no somos más que servidores de ustedes por amor a Jesús. Pues el Dios que ha dicho: Brille la luz en la oscuridad, es quien ha encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios, que se refleja en el rostro de Cristo.” (2 Cor 4, 5 – 6)

Solo queda pensar si Dios al final reclame el misionero y quede nuestra verdad ante sus ojos.


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